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El viaje político de Donald J. Trump ha sido nada menos que extraordinario. Desde una presidencia controvertida hasta un período en la oposición y, finalmente, una aplastante victoria en las elecciones de 2024, el ascenso, la caída y el regreso de Trump han remodelado la política estadounidense. Su segundo mandato se vio impulsado por el creciente descontento con la administración de Biden y con un Partido Demócrata que se percibía cada vez más como un partido que no estaba en contacto con los estadounidenses de a pie. La clave del resurgimiento de Trump fue su capacidad para canalizar las frustraciones ante los desafíos económicos y los conflictos culturales, en particular la reacción contra las políticas culturales e identitarias «despertadas».
La era Trump: una presidencia que redefinió la política
La primera presidencia de Trump de 2017 a 2021 fue un torbellino de logros y controversias. Su administración presidió una economía en auge, con tasas de desempleo sin precedentes en todos los grupos demográficos raciales. Los recortes de impuestos y la desregulación impulsaron el crecimiento económico y se merecieron los elogios de los conservadores. En el ámbito judicial, Trump dejó un legado duradero al nombrar a tres jueces de la Corte Suprema, lo que consolidó una mayoría conservadora. En política exterior, su doctrina de «Estados Unidos primero» rompió con la tradición y se tradujo en logros como los Acuerdos de Abraham en Oriente Medio. Sin embargo, su presidencia también suscitó intensas críticas. Su manejo de la pandemia de la COVID-19, su retórica incendiaria y dos procesos de destitución polarizaron a la nación. Si bien sus políticas atrajeron a una amplia gama de estadounidenses, su estilo, a menudo combativo, alejó a los moderados y preparó el terreno para su derrota en 2020.
Los Estados Unidos de Biden: una nación en un punto de quiebre
La victoria de Joe Biden fue vista por muchos como un rechazo a la personalidad de Trump más que a sus políticas. Sin embargo, la administración de Biden pronto se enfrentó a una serie de desafíos. La inflación se disparó a niveles no vistos en décadas, lo que erosionó el ahorro y el poder adquisitivo de los hogares. Los precios de la energía se dispararon, y muchos estadounidenses culparon a la agresiva campaña de la administración en favor de políticas de energía verde más que a las soluciones prácticas para la independencia energética. La caótica retirada de Afganistán en 2021 dañó profundamente la credibilidad de Biden y suscitó dudas sobre su liderazgo en el escenario mundial.
Culturalmente, el Partido Demócrata se alineó cada vez más con las políticas progresistas sobre raza, género e identidad. Si bien estos temas resonaron en los círculos activistas, a menudo alejaron al público en general. Las escuelas se convirtieron en focos de debate sobre la teoría racial crítica y la inclusión de las personas LGBTQ+, y muchos padres se movilizaron contra lo que consideraban una exageración ideológica. Términos como «latino», que pretendían promover la inclusión, fueron rechazados por la mayoría de los votantes hispanos, que se sentían desconectados de los mensajes del partido. Estas batallas culturales, sumadas a las luchas económicas, crearon una sensación cada vez mayor de que el Partido Demócrata no estaba en contacto con los votantes de la clase trabajadora y de los suburbios.
Trump en la oposición: recuperar el impulso
En la oposición, Trump aprovechó la oportunidad para reconstruir su movimiento político. A pesar de haber sido apartado de las principales redes sociales, mantuvo una fuerte presencia a través de mítines y de su plataforma, Truth Social. Trump se centró en temas que resonaban profundamente en su base, al tiempo que apelaba a los independientes descontentos y a los demócratas moderados. Se posicionó como el defensor de los valores tradicionales, la libertad de expresión y los derechos de los padres, y prometió desmantelar el «adoctrinamiento despierto» en las escuelas y los lugares de trabajo. Sus mensajes lo enmarcaban no solo como un líder político, sino también como un defensor de quienes se sentían marginados por las agendas impulsadas por las elites.
Cuando comenzó el ciclo electoral de 2024, la frustración pública con la administración de Biden y las políticas progresistas había llegado a un punto de inflexión. La frase «despertarse, ir a la quiebra» se había convertido en un refrán popular, que captaba el sentimiento de los votantes, cansados de que la política de identidad dominara el discurso público. La campaña de Trump capitalizó este descontento, mezclando promesas de reactivación económica con un rechazo a la extralimitación cultural. Prometió restaurar la independencia energética, combatir la inflación y recuperar los empleos en la industria manufacturera. Al mismo tiempo, se comprometió a proteger los derechos de los padres en la educación y a garantizar que las escuelas se centren en lo académico y no en la ideología.
Un histórico regreso al poder
Los resultados de las elecciones de 2024 fueron asombrosos. Trump ganó de manera decisiva, con el voto popular y una mayoría significativa en el Colegio Electoral. Los estados indecisos que habían estado a favor de Biden por un estrecho margen en 2020, como Pensilvania, Michigan y Wisconsin, volvieron al redil republicano. Incluso estados tradicionalmente azules, como Nevada y Nuevo México, cambiaron de opinión, lo que subraya la amplitud de su atractivo. Los demócratas, por el contrario, sufrieron grandes pérdidas, sobre todo en las zonas suburbanas y rurales. Su incapacidad para abordar las preocupaciones culturales y las ansiedades económicas les costó un apoyo crucial, incluso entre los baluartes tradicionales.
La victoria de Trump marcó un momento profundo en la política estadounidense. Suponía un rechazo al enfoque del Partido Demócrata en las políticas culturales progresistas y un regreso a una visión populista y nacionalista. Para muchos, su victoria representó una oportunidad para restaurar la estabilidad económica, el orgullo nacional y los valores tradicionales. Para otros, fue una llamada de atención sobre los límites de la política de identidad y los peligros de alejar a los votantes mayoritarios.
El camino de regreso a la Casa Blanca consolidó el lugar de Trump en la historia como un líder que podía soportar una inmensa oposición y regresar más fuerte que antes. Su victoria no fue solo un triunfo para su movimiento, sino también un reflejo de un realineamiento más amplio de la política estadounidense. Es probable que las batallas culturales, las prioridades económicas y las cuestiones de identidad nacional sigan moldeando el panorama político en los próximos años. Cuando Trump comience su segundo mandato, su presidencia sin duda enfrentará nuevos desafíos, pero su regreso ya ha asegurado su legado como una de las figuras más importantes de la historia moderna de Estados Unidos.